Esta noche es mágica, Luna. Desnuda mi alma y siento la magnificencia brillar cosida a la memoria.
El señor búho me vino a visitar con su nueva barquita comprada en la feria de las cosas imposibles, y de tanto insistir recojo mis cascabeles y una fiambrera con merienda y frutita, y nos lanzamos mi amigo y yo en la oscura noche a buscar a Luna.
Y pienso ¡ huy! mi vaca, que no se vino
Y cuando la llamo oigo el estrepito, y ahí está ella saltando y jugando con Luna en la noche estrellada...
Es la figura del apocalipsis eterno en el que se convierte mi amor por ti Luna.
Y así le dejo mi fiambrera a Búho y Vaca, que yo con tenedor y cuchara tan solo Luna quiero devorar entre maullidos de amor y ternura.
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty (walking in the shoes of Corazón Salado)
Un poco más abajo a la derecha Sarah Brightman canta Moonriver con Juanito, Pepito y Dorotea, los gatos de Navarcles, que le confeccionan los coros.
(fragmento de mi obra Archipiélago del Miércoles Aéreo)
Aquel día habíamos decidido caminar de puntillas, el humo quedo a nuestras espaldas pero la niebla se cernía sobre nuestro horizonte. Descalzos otra vez sobre los guijarros tropezábamos con las margaritas que crecían en desordenada danza nupcial. Y así fue como al atardecer nos topamos con Richard Gere. Andaba el buen hombre de un lado a otro lado del enorme roble solitario que devolvía sombras y alivios al cauce del viento que deslizabase entre sus ramas ambiciosas de sol.
Cincuenta años atrás Richard Gere había plantado el roble solitario en el declive de una loma cobriza de tanto recibir los soles de poniente. En aquel tiempo los donaires y bravuconerías eran plato de diario, era el tiempo de los patios de colegio del instituto mordaz y desalmado en donde los robles fueron juncos entonces. Las hojas no tenían relevancia en aquel pasado ardiente y desasosegado, daba igual el numero, la calidad y el reflejo que el sol las transmitía. Sin embargo la duda que nos tiñe en las inmadureces formas se erosionan y nos dan pinceladas y abanicos de aire canoso y algo desconchado ya. Y aunque la mirada se vuelve tierna con las miradas solo una hoja ha de captar la atención de Richard Gere.
Después de contar ciento veinticinco mil doscientas trece hojas, solo una, la más pequeña y suave, de terciopelado tacto se diría, es la que hace que la misión para la que la vida le prepara ya no tenga valor. Dos horas y veinticinco minutos más tarde las lagrimas empezaron a desgarrarse de sus ojos en la intima convicción que nada debía apartarlo de la candidez que arrobaba su cansado corazón. Richard Gere nos miro con la certidumbre que da el saber, con la certidumbre que da el tener que olvidar. Y así fue como nos pidió acompañarnos, con la mente vacía excepto por el recuerdo de la pequeña hoja que le acompañaría hasta el día de su muerte.
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty (walking in the shoes of Jesús Tóbal Gonzálvez Fernández Galán Amador)
Encadenémonos a un buque de la armada. Vamos a disfrutar tanto. En la proa con la brisa en nuestras cabelleras.
Sentados sobre el fuego en Alaska asándonos lentamente... Será divertido ver sus caras
Y en un tarro de miel ¿Qué me dices? Que ordalía de mixtura haríamos
Después de todo solo es necesario el río y su corriente, la calle larga y polvorienta abandonada a su suerte, el valle con su árbol solitario Frutos resecos y en cada fruto la sonrisa de la muerte
Nos acordamos de Huck, y también de Tom.
Y como no de Becky Tacher. Que grandes personalidades han sido, una vez se quitaron el disfraz de niños
Una vez quisimos ser como ellos. En nuestra ignorancia dejamos la vida... Pero en Alaska se está tan a gusto
Hoy bacalao con arroz. Perdona se que no te apetece demasiado. No te preocupes mañana regresa el buque de guerra, y si quieres partiremos de nuevo a dominar el mundo, a creer en mentiras.
Nos haremos heridas en las mejillas, solo para recordar un cierto dolor. Beberemos el agua del mar. Nuestros electrolitos estallaran vomitando bilis. Nos sentiremos felizmente muertos recordando Alaska.
Algún día deberíamos regresar a Alaska
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty (walking in the shoes of Perfil Escote)
En el otero te espero, rueda despacio, pero llega a tiempo de ver una puesta de sol inédita.
Las ruedas que nos mueven son un artificio propio, un invento.
Las ruedas que nos trasladan de aquí para allá, van dejando un estrago de tiempo sin vivir.
Luego pararé a tomar un refresco, y cuando el otero esté a oscuras y el silencio retumbe una vez más, intentaré vender alguna de mis vidas, todas redondas como ruedas de destino.
Los colores del Sol son un engranaje para mis ruedas..la luz se aleja, el agua se agota, los suspiros se acallan, el sueño se resiste una vez más.
Hay un chirrido agudo cada vez que muevo esta pesada rueda, algo que no está bien, y en ese preciso instante toda el agua del mundo vuelve de nuevo y yace a mis pies oxidándome.
Las ruedas que transportan los sentidos crujen a cada giro por esta infinita vastedad acuática, en donde se van reflejando soles, lunas, astros perdidos en la inconmensurable danza de millones de ruedas que pueblan este universo.
PD.
A veces he de callar a riesgo de parecer bobo, porque si hablara disiparía cualquier duda sobre mi condición. Mientras, me dejó llevar por la rueda de mi vida.
Todo el mundo corriendo detrás de una zanahoria sujeta por un palo por encima nuestras cabezas, conduciéndonos al patíbulo como ganado al matadero.
Y lo peor es que posiblemente está zanahoria no lo la sujete nadie más que nuestra propia estulticia.
Es posible que esta maldita zanahoria la llevemos nosotros mismos convencidos de lo astutos y "cool" que somos, olvidándonos de hacer cosas por querer solo mirarlas.
Un día se nos dio la opción de salir de la caverna del tío Platón. Parecía que la Red era la puerta abierta para tener un mundo mejor, más culto y libre y democrático.
¿Y que hicimos?... repetir las mismas rancias historias que nos contábamos cuando vivíamos de cara a la pared en la caverna de tío Platón. Solo hemos cambiado esa caverna, por otra más reluciente... pero al mismo tiempo más lúgubre.
PD.
Disculpen este ataque de demagogia...
Para que me perdonen, ahorita mismo les cocino una "Carrot Cake"
Esta noche he vuelto a visitar el antiguo corazón de la ciudad, mientras mis cabellos canos, y mis manos arrugadas lloran de nuevo con esta melodía melancólica.
La ciudad está tranquila y serena. Los bares cerrados, restos de licor en vasos olvidados. El viejo boulevard vacío de vida
Escucho el alba detrás de toda la podredumbre. Mis ojos fatigados alientan la sombra de aquella nube
Hoy he vuelto al redil de la melancolía, encerrado en mi viejo boulevard, espero otra noche, con mis llagas afectuosamente ardiendo.
Ahora vivo en el corazón de una ciudad, que es como un cementerio eternamente superpuesto de ilusiones.
Escondí la llave en la pecera cuando la tarde crecía en la oscuridad
Al amanecer no había llave ni pecera. Pero el agua inundaba la habitación donde habita el gato, lamentándose por una ausencia indefinida
Al atardecer el poeta ya había muerto. Y todas las campanas del mundo tañían alborozadas en la última iglesia. Mientras las multitudes celebraban el hueco dejado por el poeta rellenándolo con toda su apestosa porquería.
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty (walking in the shoes of The Ghost on the Shelf)
Hay que comer carne de vez en cuando. Al menos una vez al mes.
Hay que beber lima con limón cada día. Mantener los niveles de pH óptimos.
Se acerca una ola. Se acerca una nueva ola. Quizás la última.
Cuando paseo sobre la arena imagino que es hierba. Los señores enanos rinden pleitesía al oro de las flores.
Se acerca el alud marino Una nueva vieja ola. Por favor, vístete el bañador.
Las lechugas crecen felices en el fondo del mar. Yo creería que agua no les ha de faltar. Mientras, los caballitos de mar rinden su amor tras años de odio intelectual.
Ya está aquí está magnífica humedad. Quizás la última. ¡¡¡ Cielos, yo no traje bañador!!!
Estoy bajo presión. Un cierto número de litros de agua me detienen en estado cataléptico. El pH me bajo, me siento ácido sobre este piso de algas-lechuga.
¡¡¡Tengo brotes de coral en las axilas!!!
No puedo imaginar un sol brillante detrás de esta pradera de inconvenientes.
Con lo que me apetecería un poco de pan seco, y quizás una cebolla.
Mañana es el día de la carne, pero esta lloviendo, y temo que el dique se rompa. Un hombre de campo no debería sentirse así.
No puedo entender como un hombre de campo termine sus días dando lecciones de cortesía a las vaquitas marinas.
Cuando el dique se rompa regálale un par de lágrimas al desierto para advertirle.
Quizás sea la última ola. La vieja nueva ola O quizás sea un pis de dioses con disuria.
Voy a comprar sacos terreros, levantaré un nuevo dique para poder comer carne una vez al mes tranquilo y...seco!!!
Cuando llega el final de la tarde, todo el mundo está con las personas que aman. Es cuando salgo a bucear.
Hoy tengo ganas de bailar ¿y tú?
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty (walking in the shoes of Larry Talbot Horizonte)
Canción para ti, para cuando nos vayamos de aquí. Ojalá que sea pronto y te haga bien.
Todo esto habrá de acabar algún día, es mejor agarrar lo que puedas ahora. El resto deséchalo en alguna cuneta cerca del cementerio, los muertos pueden hacerse cargo.
Nadie se acordará de nosotros aquí cuando la tarde sea gris, y el horizonte grite al ponerse el sol.
Cierras la puerta tras de ti y si la calle se te viene encima, siempre será mejor abrir los ojos, dejar que los vagabundos a tu derecha te acompañen a donde nadie sabe ir.
Todo esto terminará algún día y no quedará nada aquí para ti,
ni si quiera aquella lágrima furtiva que solías derramar.
Solo el polvo seco de ayer y la futura promesa de un adiós flotando en el aire gris de la tarde que fluye de ti.
Nadie sabrá más de nosotros cuando la tarde se vuelva gris
Sigo destruyendo mi mano derecha, lastimada de amor
Deseosa de la izquierda, los tobillos se desnudan y tiemblan en pertinaz silencio…
La nariz se inquieta ante el vuelo de mi mano derecha,
quizás estoy obligado a reñir con el dios vertedero.
Pero detrás y sigilosamente hay una puerta cubierta de musgos,
y docenas de envases cristalinos vacíos y abandonados,
la guarida predilecta a la que me asomo en esta noche de linternas sin pilas…
La cena está olvidada en la esquina derecha de la mesa, al alcance de mi mano diestra.
Mi mano derecha solo exprime ilusión,
exprime el ultimo año entero…un día de estos lavare el calendario mi amor,
devolveré lustre por tiempo, 41 días para olvidar dentro de mi carcasa acariciada por mi mano derecha.
Un desgaste conocido que vuelve a presentarse…y las velas que suspiran y te reconocen…
pero no se encienden en esta noche, pues mi mano derecha olvida el fuego…
y se deslengua conversando con mi mano izquierda, y con mis tobillos y mis órganos volátiles…
y comentan la tristeza deseosa de ser alegre para reconocerte y aliviarte,
y convertirse en arrullo de cumpleaños…
¡¡No quisiera más de esto por favor!!
Tan solo abran las ventanas, déjenme fluir de esta esfera alineada con la estupidez que me adorna…déjenme llegar hasta su aurora para agasajarla y prenderme de su talle…
La locura me tiene atado y no puedo perderme más en el tiempo del calendario de 41 días…
Quizás las historias se envuelven en hipótesis destrozadas por cientos de manos derechas,
Quizás los relatos de sueños se alejan de la realidad cuando los cumpleaños se alquilan entre jirones de ciudades devastadas por la estulticia…
Sin más se harán añicos los días que nos faltan…olvidaremos y celebraremos el amor.
El Mcnulty escribe una carta a Margarita del Remedio de los Abandonados.
No entiendo el porqué, Margarita,
al llegar a casa tus maleta, tus cosméticos y tus zapatos se volvieron invisibles.
Ando por toda la casa y no encuentro vestigios, tan solo transparencias.
Y ahora siento que mi interior es de vidrio. Y me miró hacia dentro y solo encuentro un vacío invisible.
Margarita del Remedio de los Adictos dame tu remedio sin más dilación. Aunque pensándolo bien yo no soy adicto al tabaco, ni al vino, ni tan siquiera al los narcóticos.
Tan solo soy un muro en el que rebotan palabras de despedidas.
Un muro que no tiene una triste ventana que remedie una oscuridad translúcida...tan translúcida como tu falda lila, esa que olvidaste sobre la cómoda de nuestro dormitorio, y que lucha por ser tangible a mis ojos, a mis manos y a mi yo todo.
La merienda está servida, y creo que hoy tengo hambre...o quizás no.
Un escalón, que bajo de nuevo, para conversar con aquel insecto que conocí hace unas semanas cuando andaba escaso de intelecto, y el hambre era tan atroz.
En la tienda de vestidos de novia,
la que queda cerca de la catedral hay una larga cola de chicas audaces.
Cada día paso cerca de ahí,
y a cada una de ellas les regaló un jazmín.
Ellas me miran con desprecio ante tal majadería.
¿Qué haré con tantos jazmines que guardo en el congelador?
Un día en el escalón de más abajo me encontré con la gata Cecilia. Acababa de comer la merienda que no quise.
Me mira tan harta de mi como yo de esta rutina.
Un escalón más arriba,
encontré el libro de los muertos abierto por la página número nueve.
Hable casi tres horas con la Figurilla Mágica,
sobre sus arduas tareas tan siniestramente parecidas a las mías.
Y yo que tengo mi propio Duat
en donde cada día de mi vida hago yincanas
¿Qué voy a hacer para dejar mi rastro limpio en esta escalera maldita?...
pero realmente ahora que más da.
Antes de ponerme a llorar he hervido agua.
Ahora limpiare todos los escalones que me quedan,
excepto el número nueve.
Ese se lo dejare a Anubis, cuando ya la limpieza no sea importante.