Vestigios de lo feliz y verdadero
(Dedicado a todos lo que se fueron prematuramente dejándonos el recuerdo de su joven y bella imagen para la eternidad)
No hay nada que llegue más lejos,
no es definitivo que se pueda sentir más lejos
Desliarse y medrar en las fronteras de lo terreno
y sentar las bases de las cátedras de las almas blancas.
Cara a cara, juguetes y alimentos perecederos,
desiertos y panes de centeno.
Húmedos los torrentes de las lagrimas
recordando el paso del mar entre los parpados.
Siguieron las perlas torrente abajo hasta el corazón,
luego despidieron murciélagos amigos,
liebres inválidas y vigas de amianto.
Pero el nacimiento de lo que es, llama a la puerta una y otra vez ,
enciende de nuevo los televisores e ilumina a los cetáceos con sonrisas conspicuas.
Mantiene las maletas encerradas bajo montes de locura,
atornilla el cielo a lo más tangible,
lo más enredado y solicito,
destellos de magia verde,
o quizás amarilla…
para decantar por una vez el espejo liquido del que estamos hechos.
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Podría ser estrella de nueva generación,
o bien destello de pompa de jabón,
y al mirar las superficies y los hechos que destilan las vidas
escogemos siempre los más variados y tornasolados colores
para que nos reinventen las ganas de seguir adelante.
Un, dos, o tres segundos más tarde,
o quizás mil años después
ya nada quedara del silencio,
pero tal vez entonces nos llegue una fragancia
que envenenara el aire dormido de los recuerdos.
Recuerdos del los luminosos días, de las niñas que jugaban,
prendíendo anillos y perlas en los pechos anhelantes.
Satisfecha ya la memoria,
solo quedara por descoser los pliegues de las faldas
y demás tejidos adolescentes,
y así poder encontrar el vestigio de lo feliz y verdadero
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty