UN NUEVO DIOS
Hace un tiempo, cuando era un dios y todos me pedían consejo, tuve unas vacaciones.
Era un día soleado, cuando decidí abrir mi corazón. Deje el calor fluir por mi víscera. Qué bien se sentía.
Era un día soleado, cuando tumbado cerca del río escuchaba todos los sonidos de la naturaleza, con mi corazón abierto y mi sangre feliz de vivir en libertad.
Más tarde, el tiempo cambio, y una neblina empezó a rodearme las piernas. Era tan egoísta entonces. No me dio tiempo a cerrar mi corazón, y toda la niebla del mundo hizo su hogar en él.
Ahora viajo por la vida, pero el sol no calienta mi rostro.
Ahora entiendo todas las cosas, pero no ardo desde hace tiempo.
Ahora que ya no soy un dios, y mis manos claman al aire del anochecer, ahora ya no sé muy bien que hacer.
Hay días en los que no consigo decir palabra alguna, ni tan siquiera un simple buenos días. De noche al cerrar los ojos sueño que la niebla de mi corazón se escurre entre los párpados...es cuando el sueño es delicioso...
Un día en el que el sol mantenía a raya la tormenta, caminaba seguro de mi mismo. Ese día estaba convencido de nuevo de ser un dios.
Para demostrármelo me lancé al precipicio, y estuve una hora volando sobre los oteros.
Luego decidí secar los océanos soplando sobre ellos. El corazón me latía como nunca, el júbilo brillaba en mis ojos con fulgor salvaje y primitivo...
Al despertar mi cama estaba llena de escarcha. Mis fuertes músculos apenas podían sostenerme, mi voz era un lamento tenue, mi respiración un gemido.
Decidí rasgar mi pecho (ya no hubo dolor). Extraje mi corazón y lo deposite sobre la mesa de la cocina. Ahí estuve toda la noche observando su movimiento, escuchando su latido.
Al amanecer me decidí. Estudie como debía de ser el corte. Pensé que lo mejor seria hacer una diagonal entre el ventrículo y la aurícula.
Al momento la habitación se llenó de la niebla más pertinaz que jamás haya existido. Pero ya no tenía frío, volví a ser un dios, intransigente y seguro de mi mismo.
Cuando la niebla se disipó, ya no hubo nada que lamentar, nada más que hacer. Solo un vestigio animal quedó llenando la habitación.
Ahora ya vuelvo a ser un dios.
Ahora que vuelvo a ser un Dios puedo volver a abrir mi corazón,
volver a pasear y dejar que el sol caliente mis huesos. Me permitiré volver a amar levitando sobre las neblinas... ahora que vuelvo a ser un dios me permitiré oscurecer mi memoria e intelecto, seré un insecto, eso si, comedido, para no molestar...dormitare sobre el envés de las hojas, soñando con cualquier ilusión.
Ahora que vuelvo a ser un dios, puedo vivir cientos de vidas en un instante, llenarme de nuevo de todo lo nuevo...
ahora vuelvo a ser un dios...un nuevo dios.
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty. (walking in the shoes of Larry Talbot Horizonte)
(texto registrado)