Maureen O ‘Sullivan relata un cuento a las monas en las Selvas del Abandono
(fragmento de mi obra "Los Ciempiés Dorados)
Lloraban las palomas,
Maureen O ‘Sullivan había cumplido aquel verano 117 años,
y después de darle muchas vueltas a su cabeza
decidió que debía mudarse de apartamento regresar a su vieja casa…
Empleo exactamente una hora veinte minutos y doce segundos
en empacar sus cuadros con Johnny
para partir rauda y esperanzada hacia su antiguo hogar…
Encontró el lugar un tanto desaseado…
las monas no se distinguen precisamente por su hacendosidad,
pero después de haber conquistado Mozambique y Madagascar
todo le era… un tanto indiferente.
El aroma de celuloide debía de impregnarle todavía el cabello
mientras cantaba fados al anochecer
y las monas se acercaban a recibir la esperanza de sus labios.
Mañana seria domingo de resurrección
y la noche podría transmutarse en infinito
por esa condición que tienen las vigilias en compañía de las monas.
-Desiré, sírveme una copa más de Moett Chandon si eres tan amable-
Levemente apoyo el licor en su paladar,
las monas miraban el lejano incendio,
una luciérnaga presto su brillantez al filo de las hojas,
el fugaz recuerdo de Johnny envió una señal
y así empezó el cuento…
Teoría de la relatividad (reencuentro en Bogotá)
El verano acababa de terminar de asesinar los últimos girones de nube
de la última tormenta,
la playa fue entonces una desdicha de anhelo…
Un silencio atronaba en el despiderero
entre los silencios rotos de millones de almas
con maletas y bolsas de mano que pugnaban por mirar el techo
esperando la señal luminosa para arremeter sin piedad
contra el monologo que El Ser Abreviado
Raíz de Maíz lucia galas de fiesta aquel día tan especial…
la jornada anterior llovió sin cesar,
la ciudad estaba inundada de vehículos enfangados,
un toque de hogar sudamericano envolvía los haces de luz al anochecer.
Raíz de Maíz imaginaba un desastre tras otro
intentando calcular cuantas líneas aéreas
podían hacer circular aviones en un mismo instante
en los dos millones de metros cúbicos del cielo de El Dorado…
Tal ejercicio le dio mucha sed.
Fatigado encamino sus cinéticas raíces
hacia el mostrador de Juan Valdés…
pidió mocachino y de postre corazones de rico hojaldre…
Y así le encontró la Luna Llena.
Llena de fragancias estaba su cáliz hermoso e inmaculado,
después de haber invadido las islas del lejano oriente
La cenicienta cabecita le dolía....
flores y arboles le dedicaban sonrisas al pobre Raíz de Maíz,
dejo su pobre vegetalidad en las escaleras de piedra que adornaban la fuente,
y dejo que el salpiqueo del agua arremetiera contra sus hojas lánguidas de tristeza.
Al anochecer elevo sus ojitos, y ahí estaba ella,
más bella que nunca,
una emoción le sacudió de tal manera que sus ojos se inundaron con la
humedad más extensa de la Tierra...
Caricias que se repiten,
y el largo paseo por los bulevares
que va desconectando la realidad bajo la pertinaz cortina
La urbe sudamericana encierra el milagro del olvido,
pero en los corazones más ardientes la llama no duerme,
se recicla a cada paso entre los estertores de la inmanente sordidez del caos
que revela muerte en cada esquina…
entre el estruendo de busetas y microtaxis…
Aquella mágica noche de reencuentros
con los fantasmas de los meses anteriores
les deparaba la fenomenal ordalía de las voces de los doce arboles de la
fachada norte de Iserra 100…
Un tango delicioso entonaba el mayor de ellos
y acompañado del sentir enraizado de los demás demostraba al mundo la
gentileza del sentimiento Silvano…
“Tango de la nieve que duerme en mis manos”
Ahora que el tiempo rueda
ahora que el ánimo se asoma a las puertas del jardín de infancia,
presumo constantemente de la ignorancia,
porque, para que querer saber si tú no estás aquí
Cebollita de la miel.
Para que querer saber el horizonte, cuando mis manos cargan el frio
y la desesperanza arranca gemidos del hielo de la nieve que se acuesta en mi dolor.
Cuando las flores castigan mis ojos con sus colores de alivio,
cuando los fardos de la vida no son pesados porque vacía esta la llama,
recuerda los pasos de nuestra danza,
recuerda la saliva de nuestra esperanza,
dale al éter un signo que desangre las estrellas…
y sobre todo no olvides despertar la nieve que duerme en mis manos
________
Y entonces ocurrió por primera y última vez,
y la nieve cubrió la ciudad,
y el prodigio estallo en cada esquina,
en cada portal, en cada línea de cemento y asfalto…
La blanca magnificencia dejo lleno de estupor a los cuervos,
a los ciempiés dorados, a los cipreses y a los espejismos de la libertad…
Fue así como Raíz de Maíz y Luna deslizaron el velo
para poder cumplir las profecías,
se aferraron a las estelas de los copos nieve,
estos condicionaron su color y su esencia al brillo de plata de Luna,
Llovieron azul, y luego purpura…
un encaje perfecto de locura y avidez de miel…
Quince días después de la primera masacre…
Raíz de Maíz jugaba con piedras,
desordenaba y ordenaba guijarros y pedazos de ladrillo…
el abandono del solar era tan enorme como la cavidad derecha de su aurícula sangrante…
Las vecinas peinaban muñecas
nacidas antes de mil novecientos cincuenta y siete,
el desconchado oxidado de pintura del poste de hierro burdo y barato recitaba a Dylan Thomas.
Los hombres desnudos han de ser uno solo
con el hombre en el viento y la luna poniente;
cuando sus huesos queden limpios y los limpios huesos se dispersen,
ellos tendrán estrellas en el codo y en el pie;
aunque se vuelvan locos serán cuerdos,
aunque se hundan en el mar de nuevo surgirán,
aunque se pierdan los amantes, no se perderá el amor;
y la muerte no tendrá dominio" De Dylan Thomas
Raíz de Maíz dialogaba con el desconchado,
le preguntaba por las heridas más antiguas,
por la manchita más oscura de oxido que le roía y envalentonaba su decisión
de perder el dominio sobre la muerte…
(los metales se ríen furiosos de los desesperados esfuerzos de los primates
por superar la doblez de la piel)…
Los metales tienen una vida digerida por el aire…
pero el aire le da alas a Luna
y rescata mazorcas que deambulan entre muñecas sin ojos y postes
ancestrales sin pintura que los ennoblezca.
Final del cuento.