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viernes, 7 de enero de 2022

Alguien debió de haber acariciado más al piloto que siempre condujo el mismo avión.

 


Y que al volver cada noche a su casa, con la mochila repleta de sueños, anhelos y deseos, miraba como éstos se pudrían ante el desencanto de una vida como de hurón tetrapléjico.

Alguien le debió propiciar más de esas caricias, esas mismas  con las que con tanto amor repasaba la carlinga, el fuselaje, y hasta el tren de aterrizaje de su querida nave.

Alguien le debería de haber tenido en cuenta para el reparto de premios, el día aquel, en el que a babor de su cabina de mando, apareció aquel gigantesco pterodáctilo. Y con su habitual pericia, salvo la nave girandola a estribor... Pero el mérito se lo llevaron los gemelos de un año María y Jesús, que justamente en ese instante empezaron a levitar...y eso que tan solo fueron cinco centímetros sobre el rostro de sus asustados papas.

Una semana más tarde encontraron el cadáver del aviador sobre una barata cama de un todavía más barato hotel.

Sobre la lápida que solo de vez en cuando visita cierto pterodáctilo, se puede leer.
"PERDONEN SI NO ME VIERON REIR EN PUBLICO...EL DÍA QUE LO HICE NO HABÍA NADIE AHÍ...LOS DEMÁS DÍAS, FUERON DE DISIMULADAS SONRISAS...
AMÉN"

Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty

(Texto registrado)





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