BIG YELLOW TAXI
Nuestra casa estaba sobre una colina extraña.
Tenia ventanas pintadas en tonos de rojo inglés...
pero no tenía una puerta corriente...
de hecho la puerta salto en mil pedazos un día de Junio.
Ese día venía de comprar el alimento para tu gato,
y algunas salchichas para la barbacoa,
la primera de la temporada.
Recuerdo el día...amenazaba lluvia.
Al pasar por delante del bazar,
me fijé en el jarrón que el mes anterior me habías descrito,
y sin pensarlo dos veces te lo compre, al igual que hizo tu tía Amelia tiempo después.
La puerta estaba abierta,
y tú jugabas con el gato en las escaleras del porche,
y ahí de pie, me quede mirándote,
y sin saber porque empecé a llorar.
Mis lágrima surcaron el barro,
y luego formaron el estanque
en el que más tarde aquella familia de patos se instaló.
Tú me mirabas sin comprender toda aquella humedad,
pero me lanzaste un ósculo
que por un instante floto sobre la primera gota de la lluvia que aquella tarde nos mojo.
Entre en la casa cargado con tu jarrón,
tú bailaste para mí aquella canción de Joni Mitchell que tanto te gustaba,
y que hablaba algo sobre un taxi amarillo.
Mientras, unas lágrimas nuevas iban creciendo por toda la casa...
una humedad que se enraízo en la puerta de nuestra casa...
una puerta que no volvió a cuadrar en el marco la muy desagradecida,
hasta que un mes más tarde en el último de mis arrebatos la golpeé con mi manos y de paso rompí tu jarrón
Y así quedó nuestra puerta, perpleja y aturdida,
escondiendo en su madera toda la frustración de unas lágrimas que destrozaban mi corazón...y sin un triste jarrón en donde atesorarlas.
Hasta que un buen día se presentó tu tía Amelia con su jarrón.
Autoría: Ortunyo Benjumea Mcnulty
(texto registrado)
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